El
hombre primitivo misionero
Las
actuales provincias argentinas de Corrientes y Misiones, así
también los territorios limítrofes de las repúblicas del
Paraguay y del Brasil, se definen como una región guaranítica.
Más de cuatro siglos de historia caracterizados por diversos
procesos sociales, políticos y culturales, en los que han
intervenido españoles, portugueses y más recientemente pueblos
de una diversidad de orígenes, no han borrado esa impronta
particular guaraní que define en muchos aspectos a la región
misionera. El área comprendida en las cuencas del río Paraná
y Uruguay al momento del arribo de los conquistadores españoles
y portugueses era el ámbito geográfico donde un pueblo, el
guaraní, se hallaba en pleno auge expansivo. Se trataba de un
grupo humano relativamente nuevo en el área que había logrado
imponerse a otras culturas preexistentes mucho más antiguas. La
cuenca del Plata constituyó un hábitat atractivo para el
hombre desde los más remotos tiempos prehistóricos. El medio
natural del Alto Paraná y el Alto Uruguay adquirió, por sus
características geográficas, una condición de corredor de
ingreso para diversas corrientes migratorias de pueblos prehispánicos.
Pero simultáneamente fue una región de asentamiento para
culturas de tradición agrícola, tal el caso de los guaraníes.
Una naturaleza exuberante y plena de vitalidad, caracterizada
por la presencia de grandes ríos, el Paraná y el Uruguay, y un
sinnúmero de arroyos, una flora y fauna abundantes, actuaron
como condicionante decisivo sobre los grupos prehispánicos en
la región misionera. La prehistoria de la región misionera es
una materia muy poco definida científicamente. Son más los
interrogantes que las certezas. Abundan los sitios y restos
arqueológicos prehistóricos en todo el territorio misionero.
No faltan tampoco los trabajos de intervención arqueológica
metódicamente y sistemáticamente realizados. Pero aún quedan
densas áreas problemáticas por resolver. La exacta datación
de los restos hallados es una de ellas. A esto debemos sumar el
escaso sustento de los conocimientos que hoy permiten entrever
una visión macroespacial e integradora de la prehistoria de la
región. A pesar de ello, los estudios realizados hasta el
momento permiten una caracterización descriptiva a grandes
rasgos de lo que fue el poblamiento prehistórico del área
misionera.
Gruta 3 de
Mayo, (departamento Gral. San Martín, arroyo 3 de Mayo,
pcia. de Misiones) vista desde el interior. En ella se
han realizado importantes trabajos de excavación
arqueológica que dejaron al descubierto restos de una
antigüedad de 10.000 años a.C. |
La
cultura prehistórica altoparanaense
La región ubicada en las márgenes del río Paraná y
Uruguay, el sur del Brasil y el este del Paraguay, revela un
gran número de hallazgos de instrumentos líticos, conocidos
generalmente como hachas de mano. Esto nos habla de un
poblamiento prehistórico muy antiguo de la región misionera,
correspondiente en sus características al Paleolítico. Fueron
los trabajos realizados por el sabio Mayntzhusen los que
evidenciaron la existencia de una industria lítica con ciertos
rasgos de homogeneidad, calificada como altoparanaense, por su
ubicación geográfica. Estudios más profundos que
posteriormente fueron realizados por Menghin, permitieron lograr
una tipificación del material lítico. Los intrumentos típicos
son las clavas de tipo bumerán, las hachas cuneiformes de sección
oval, las azuelas, raederas y raspadores aquillados. Para este
período se estima una datación que comprendería desde el 9000
al 1600 a.C. Los utensilios hallados se encuentran en los
estratos superiores de la tierra roja, y en muchos casos
cubiertos por una capa de humus de hasta 50 cm. Se deduce que su
procedencia se remonta por lo menos al postglacial temprano, a
fines de las últimas glaciaciones. Las condiciones geofísicas
de la época suponen un clima templado y una sabana húmeda con
abundante vegetación. El altoparanaense hace referencia a un
grupo cultural bien definido a partir de un específico empleo
de materias primas y técnicas en la confección de utensilios líticos.
Gran parte de los utensilios hallados proceden de yacimientos
arqueológicos ubicados en terrenos geológicos semejantes. El
hallazgo de clavas curvas muy cerca de la costa atlántica podría
representar un eslabón entre el altoparanaense y la cultura
sambaquí. Podríamos deducir que la cultura altoparanaense se
vinculó con otras culturas prehistóricas americanas o se
dispersó por Sudamérica. En la región es posible apreciar dos
tipologías líticas: una arcaica en la parte norte de Sudamérica,
y la meridional que se extiende por la zona altoparanaense‚
incluyendo parte del Uruguay. El instrumento representativo es
el hacha de mano con filo pulimentado, sin llegar al pulimento
logrado en el Neolítico pleno. La cultura arcaica sambaquí se
desarrolló en la región hasta la llegada de los guaraníes. El
centro de irradiación habría sido la Altiplanicie Central
Brasileña, mientras que Minas Gerais habría sido el centro de
la cultura básica o meridional del hacha de mano que a fines
del Cuaternario habitó todo el sur brasileño incluída la
provincia argentina de Misiones y el este del Paraguay. El
hallazgo de hachas de mano en el sur de la provincia de Buenos
Aires, La Pampa y la Patagonia permiten suponer una penetración
norte-sur de corrientes migratorias cuyo foco sería la cuenca
del Alto Paraná y la alta meseta brasileña. En el
altoparanaense es posible diferenciar dos tecnologías de
tallado: una bi-facial y otra fundamentalmente unifacial. En
ambas tecnologías se hacen presente la tajadera y el hacha de
mano. Se pueden diferenciar dos tipos de tajaderas unifaces: un
tipo muy primitivo de tamaño mediano o grande, o muy grande sin
empuñadura. El otro tipo es plano convexo‚ más elaborado y
con un evidente acondicionamiento en la empuñadura. Simultáneamente
aparecen hachas de mano muy primitivas, realizadas con cascotes,
donde el filo consiste en el desprendimiento con fuertes golpes
de una lasca en uno de los extremos. En la tipología del tipo
bifacial el artefacto representativo es el que Menghin denomina
clava y Wachnitz, hacha de mano de forma arqueada. Ambas caras
están talladas en su totalidad, mientras que el filo está
minuciosamente retocado. La materia prima utilizada es la roca
meláfira, dura y de óptima fraccionabilidad.
Típico
paisaje de vegetación relicta con malezales y palmeras,
que
testimonian la existencia en la región de un
clima mucho más árido
alrededor de 10.000 años atrás. |
La
cultura prehistórica eldoradense
Se trata de una cultura Neolotíca que se extendió hasta
los estados sureños del Brasil, recibiendo la denominación de
tradición taquara, caracterizada principalmente por la
presencia de una industria alfarera. La cerámica eldoradense
tiene su origen en la región amazónica. Se considera que
ingresó en la cuenca altoparanaense por los ríos Tapajoz o
desde el Atlántico remontando el río San Francisco, o por la
zona de Minas Gerais. Existe la presunción de que la alfarería
eldoradense era de uso doméstico y que sería una consecuencia
de las primeras experiencias plantadoras en el Alto Paraná,
ocurrida entre el 2000 a.C. y el 1000 a.C. La alfarería
eldoradense puede clasificarse en tres tipos. Las cazuelas, sin
decoración ni pintura, de tamaño moderado, de forma globular y
paredes verticales, teniendo algunas piezas curvaturas hacia
adentro con engrosamiento de los bordes. Otro tipo de alfarería
son los vasos, de forma globular, ensanchados en la panza, achicándose
en la parte superior y abriéndose nuevamente en los bordes
hacia afuera. Algunas piezas se encuentran decoradas con franjas
punteadas que circundan el vaso y otras con puntos triangulares,
presentando en algunos casos engobe. Finalmente están los
pucos, muy simples, de forma globular y con un diámetro de boca
de alrededor de 10 cm. De una confección buena y delicada, no
poseen ningún tipo de decoración. Simultáneamente, junto a
esta refinada cerámica, aparece otra muy primitiva, decorada
con líneas o líneas cruzadas. Los yacimientos son aislados y
pocos en la región. Sobresalen las cazuelas, las palanganas y
algunos recipientes cilíndricos. La cerámica es porosa y de
una cocción deficiente. Podría tratarse de un tipo de cerámica
primitiva, previa a la cerámica eldoradense, o posiblemente un
caso de aculturación de algún grupo proto o epiprotolítico.
Los utensilios líticos eldoradenses corresponden a un primitivo
Neolítico. Parecería tratarse de una transición de una
tecnología paleolítica a un Neolítico incipiente. Son
notables también la presencia de complejo de túmulos, de
alturas y diámetros variables. La presencia de cerámica y de
utensilios líticos en la circunferencia de los túmulos estaría
indicando que podría tratarse de un área de emplazamiento de
viviendas. Algunos investigadores, como Menghin, ven en el
altoparanaense un pueblo protoagrícola que se conecta con el
eldoradense cerámico. Otros, en cambio, como Ibarra Grasso‚
niegan esta conexión y toda posible relación entre las dos
culturas prehistóricas. Inclusive pretenden refutar el carácter
protoagrícola del altoparanaense. Los aspectos antropológicos
y etnográficos no ofrecen mayores certezas. Se considera que
grupos de láguidos ocuparon la región, íntimamente vinculados
con el grupo lingüístico gé que había poblado el sur y el
este del Brasil, antes de la llegada de los guaraníes. Los
caingang y guayaná parecerían tener un parentesco con los gé,
así como los sambaquí arcaicos. Establecer la identidad de
aquellos primitivos habitantes continúa siendo un aspecto
problemático aún hoy. Prehistoriadores brasileños‚ por
ejemplo, consideran al altoparanaense como perteneciente a la
tradición humaitá dentro de un epiprotolítico. El origen
eldoradense habría sido una oleada de cazadores recolectores
portadores de punta de proyectil de piedra. Los mismos habrían
ingresado en la región en el 6000 a.C., cubriendo toda Sudamérica,
produciéndose su extinción hacia el 1500 a.C. En muchos casos,
como en el eldoradense, la adaptación a un medio selvático
habría provocado el cambio de la piedra por la madera dura en
la confección de puntas.
Los túmulos
se presentan en vastas zonas del continente americano.
En la provincia argentina de Misiones se
encuentran vinculados a la
cultura eldoradense. La imagen permite una
aproximación hipotética
de lo que habría sido la ocupación prehistórica
de un túmulo existente
en el sureste de Misiones (Arg.), en el
departamento Apóstoles, a
orillas del arroyo Cuñamanó. Se trata de un montículo
artificial,
generalmente de forma circular y dimensiones
variables, utilizado
para la instalación de viviendas y realización
de ceremonias fúnebres. |
La
irrupción de los guaraníes
El complejo guaranítico comprende a un gran número de pueblos
que se identifican por su lengua y determinados rasgos
culturales comunes. Probablemente de origen amazónico, el
complejo guaranítico se expandió desde el Caribe a la región
pampeana, y desde el Atlántico hasta los contrafuertes
cordilleranos de los Andes. Puede ser dividido genéricamente en
tres grupos: los caribes, que ocuparon el norte de las Antillas;
los tupís, que ocuparon el centro y sudeste del Brasil y los
guaraníes, que ocuparon el sur brasileño, este y sudeste del
Paraguay y parte del litoral argentino, incluyendo la provincia
argentina de Misiones. Ingresaron en la región misionera en
forma de aluviones desde el año 1000. La irrupción de los
guaraníes en el área implicó, en algunos casos, el
desplazamiento forzoso, y en otros, la aculturación, de grupos
que ya estaban establecidos, como los kaingangs y guayanás.
Ibirá-cuá
del guaraní, Ibirá (palo, madera) y Cuá (hoyo,
agujero). Era
un método de cultivo utilizado por el pueblo
guaraní consistente en la
perforación del terreno mediante un palo con
punta que servía para
hacer el hoyo donde se sembraba la semilla.
Usualmente constituía
un trabajo propio de la mujer. |
Mientras
los guaraníes se asentaron en la zona de campos y a las márgenes
de los ríos, y arroyos, los grupos subyugados se desplazaron
hacia las zonas selváticas, cuando no sucumbieron ante la
violencia de las irrupciones. De hecho, al arribo de los
primeros conquistadores europeos a la región, en el siglo XVI,
el fenómeno aún mantenía toda su dinámica. Eran portadores
de formas organizativas, productivas y tecnológicas, que los
situaban en una posición de poder y dominio cultural en toda la
región misionera. Esta línea cultural en parte está definida
por la industria cerámica, con sus peculiares técnicas,
ornamentación, grabados y funcionalidad. La utilización del
ibirá-cuá, un palo con punta que servía para hacer el hoyo
para la semilla, constituyó desde su implementación toda una
revolución en el ámbito de la horticultura.
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