La mujer gaucha

Sábado 1 de noviembre de 2014
El viernes 21 de noviembre se cumplirán 180 años del nacimiento de José Hernández. Estamos, pues, en el Mes de la Tradición, y homenajeamos aquí a la mujer del poema. Las tribulaciones del gaucho denunciadas en el Martín Fierro han sido descriptas con lujos de detalles (en el cepo, el hambre y los entreveros, en la soledad y la pena “estrordinaria”) sin ser mayores que la de su compañera de destino, que se bocetan apenas en escasísimos versos. Esa carestía - sin pendencias ni vigüelas ni duelos - la exalta entre una dudosa selección de imágenes.
Cuando el gobierno nacional impuso su visión de Orden no modificó mundos caóticos, sino mundos armónicos. La compulsiva conscripción de soldados desgajó a los hombres del ámbito rural, rústico y severo, pero no menos afectivo que el de los hombres de la ciudad, resintiéndolos, al gaucho, en forma directa, y a su familia en forma indirecta, (víctimas no resarcidas en la literatura gauchesca).
La condición social de la mujer rural en el último tercio del siglo XIX la relegaba a un tercer plano. Así se la describe, en orden de prelaciones, en la primera estrofa del Canto III: Tuve en mi pago en un tiempo -hijos, hacienda y mujer- pero empecé a padecer -me echaron a la frontera- ¡Y qué iba a hallar al volver! -Tan solo hallé la tapera.
Le quedaba al soldado una carta de la que no dispuso la mujer: la deserción. Así, la libertad, bien supremo en aquellas latitudes, constituía una esperanza que ella no tuvo. Abandonos patéticos, exilios cuyos tormentos no se revelan más allá de la crónica. Tras el regreso al pago Martín Fierro se entera de la suerte corrida por su esposa. Dice en el Canto VI: Y la pobre mi mujer- Dios sabe cuánto sufrió- me dicen que se voló con no sé que gavilán sin duda a buscar el pan que no podía darle yo. Seguirán otras referencias sobre las chinas infieles, amores de madre, viudas gualicheras, pero que escapan a la descripción anímica de la mujer y constituyen otra materia, sólo pintoresca.

Aguará-í