Oro para Alvarado

Jueves 21 de agosto de 2014

Antes un caso ocurrido en Entre Ríos: las retroexcavadoras alineadas zanjeaban 500 metros diarios cada una y cada semana había que buscar parajes en donde abastecerlas de combustible, hacerles mantenimiento, o  alojar a los maquinistas que eran la avanzada en aquella obra de tendido de fibra óptica. Cierta vez, a un tranco del antiguo poblado de Nueva Vizcaya – calles de tierra, zanjas, sin hotel – se alojó a los maquinistas en la vieja estación abandonada por cuyo andén correteaban  gurises, gallinas y cabras. Y fue que un lugareño enchispado refirió que “en cercanías del cementerio una mulita (tatú) cavaba su cueva bajo un árbol y que entre la tierra removida por sus uñas iban apareciendo viejas monedas de oro. Enseguida, armados de pico y pala, tres vecinos avispados aligeraron el trabajo del bicho y así dieron con una vasija cerámica y su tesoro, que aún repartido en partes iguales, hizo ricos a los buscadores: eran valiosas monedas escondidas, de cuando aún no se habían inventado los bancos...” Y los maquinistas, que lo escuchaban, encendieron los motores...
En Misiones, llegando a San Ignacio, se ha levantando un puente nuevo del que afloran sus pilares y se cuenta en los mentideros, donde circulan corrillos pueblerinos, que cuando se lo construía, “un maquinista removía tierra en esa obra cuando la uña de la pala dio con algo macizo, de madera, y que confundió con un ataúd, dio aviso al ingeniero, quien le ordenó alzarlo. Había, dicen, en ese cajón enterrado buena cantidad de monedas de oro. Vino la policía, y hasta un Juez, pero ya nada más se sabe del tema...”
Aseguran que el descubridor recibió buen premio de por vida que le llegó a través de su recibo de sueldo, pero qué fue de las monedas nadie supo dar pistas. Sin embargo, un periodista sabueso, gustoso de estos casos, pergeñó su plan para desentrañar el caso del oro de San Ignacio y cuentan que dio con algunas libras y se marchó, rico, a su pago. Mario Alvarado lo sospecha.


Aguará-í