El oro sacude la rutina campesina de un pueblo paraguayo

Domingo 29 de mayo de 2005
La tierra es tan generosa que cientos de paraguayos están dejando la pala y la azada por el pico o la palangana.
La yerba mate, la caña de azúcar, el tung y hasta la soja no son prioridades para quienes viven al pie de la famosa y espectacular cordillera del Ybyturuzú, a unos 170 kilómetros al Este de Asunción y a unos 500 al norte de Posadas, en un poblado llamado Paso Yobai, en el límite del departamento del Guairá y Caaguazú.
Es que el oro se apropió de la vida cotidiana de unas 40 familias en forma particular y de unos cien hombres que fueron empleados por una misteriosa mina que funciona desde poco más de una década y que aún no se sabe a ciencia cierta de quién es, aunque entre los lugareños hay quienes indican como propietarios a altos funcionarios del gobierno paraguayo.
La fiebre del oro, la fiebre de la mina propia, la fiebre del mágico polvo que se extrae de un pequeño lecho fluvial arenoso, mediante la mano de obra más sencilla y artesanal posible.

Camino al oro
Paraguay está experimentando una importante reactivación del campo. Desde el Sur al Este, de Encarnación a Ciudad del Este por la ruta sexta, los campos revelan el trabajo de los campesinos. Prácticamente no se ven árboles. La soja gana terreno a pasos agigantados y hasta la venta de tractores y máquinas cosechadoras y sembradoras parece haber superado a la de las requeridas camionetas 4 x 4.
Los silos se interponen en el horizonte y son los fieles exponentes de la agricultura paraguaya. Ya en la ruta 2, la que une Ciudad del Este y Asunción, la actividad cambia según el tipo de suelo o la cultura de supervivencia. La tierra colorada aparece y desaparece durante el camino, mientras se atraviesan los distintos municipios del Alto Paraná, Caaguazú y el Guairá.
La actividad maderera tiene su lugar pero pareciera sucumbir ante las semillas y las hojas verdes. A 200 kilómetros al oeste de Ciudad del Este, la ciudad más importante es Coronel Oviedo y la generosidad de la tierra es otra.
No hay fiebre del campo ni mucho menos. Los vehículos no son modernos ni tampoco abundan máquinas sembradoras y cosechadoras.
Las motos compiten con los camiones del Mercosur y el paso cansino de los paraguayos de esa región se mezcla con el reloj presuroso de la urbe que teje sus cimientos en forma desproporcionada e inevitable.
Abandonando la ruta 25, ingresando al centro del país por la ruta 42, Villarrica entrega una hermosa naturaleza que fue generando la construcción de varios hoteles y residencias por la elección histórica de los turistas.
Aparecen en forma casi inmediata los poblados de Mbocayatí y Colonia Independencia, mediante angostas rutas y caminos de tierra colorada, aunque se interponen en el suelo las piedras y la arena.
En el horizonte no se elevan silos ni campos sembrados, sí se impone el orgullo de los paraguayos: la cordillera del Ibyturuzú. Y al pie de esta sierra, Paso Yobai contiene a unas 200 familias, quizás un poco más. Y muchas de estas familias hasta no hace mucho vivían de la cosecha de la yerba mate y la zafra de la caña de azúcar.

Los "garimpeiros"
En Colonia Independencia y Paso Yobai, la presencia alemana se palpita fuerte, tanto es así que funciona una escuela alemana-paraguaya y hay varios hoteles residencia con nombres germanos. Y un descendiente de alemanes es uno de los que asume el rol de propietario o arrendador de un campo cuya mayor virtud es la presencia de un pequeño arroyo arenoso al cual nadie se animaría a darle mucho beneficio, salvo claro, que alguien, no se sabe cuándo, descubrió que en su arcilloso fondo hay nada menos que oro.
Este arroyo queda a unos 25 kilómetros de distancia de la mina Colonias Unidas, sitio en el cual desde hace poco más de una década unos 100 obreros extraen el valioso metal e increíblemente hasta ahora poco se sabe a quién pertenece y no hay precisiones sobre la producción real mensual y mucho menos cuánto dinero recauda.
Llegar a esta mina, de por sí, no es sencillo por las características del camino y sobre todo porque el acceso está rodeado por militares, por razones de seguridad, según aseguran los pobladores que no quieren saber mucho más.
"A ustedes quizás lo dejen pasar, pero no creo, nadie se acerca", advirtió un campesino que rápidamente adivinó las intenciones del móvil de la prensa argentina.
Lo cierto es que Paso Yobai estaría en problemas. Si bien la tierra en distintos puntos ofrece la posibilidad de conseguir oro, los pobladores saben que en Asunción habría una decisión firme respecto de ofrecer indemnización a los pobladores porque, literalmente, minarían la zona ante la certeza de que debajo de sus pies el oro está esperando por su extracción.
A los buscadores de oro se los denomina "garimpeiros" y detrás de ellos hay una cadena de personas que aseguran la presencia casi a diario de compradores de la mercancía, que es finalmente elaborada en Asunción para su posterior venta, incluso, en España.
El mecanismo para la obtención del oro es variado y todo depende del talento del buscador. El primer paso del minero es la agudización de su ingenio y pese a la precaria experiencia de la mayoría en esta actividad, las mínimas herramientas le bastan para conseguir el objetivo.
Con palanganas, platos y baldes se procesa la tierra arenosa, que se "lava" para separar las sobras y tras la repetición del proceso, va apareciendo el oro limpio. Dependiendo de la suerte y de la calidad, la cosecha se ofrece a  40 ó 50 mil guaraníes (22 pesos) el gramo.
Y ese gramo no es fácil de obtener. De acuerdo con uno de los contactos entre los compradores y vendedores del oro, David Acimo, esa cantidad de oro en polvo bien puede llevar el trabajo de uno o dos días.
Al modo más artesanal, también se utilizan escaleras de madera para fraguar la arena y, en otros casos, una cinta de metal en el proceso final.
Mensualmente, la producción total puede alcanzar de 25 a 30 gramos por cada "garimpeiro", lo cual le garantiza la supervivencia sin depender de otra actividad, sobre todo cuando la zafra llegó a su fin.
Pero, detrás de los inocentes lugareños, muchos de los cuales sobresalen por sus características europeas, de cabellos rubios y poco diálogo, por la humildad en sus costumbres y en su forma de vivir, ecologistas denuncian a la vez la utilización de mercurio para lograr una rápida y más efectiva separación del oro de la arena o arcilla.
Según aseguran, el metal "es nocivo para el ser humano y sería lanzado al arroyo Gasory, que atraviesa Paso Yobai y desemboca en el Tebicuarymí, y en la intersección de la ruta 7, Corposana tiene la planta de tratamiento de donde se surte de agua potable la ciudad de Villarrica y Coronel Oviedo". El problema de fondo, por ahora no importa.
El histórico distrito de la yerba mate y la caña es actualmente el lecho del oro. Pocos se animan a hablar de fiebre, pero no niegan que desde su explotación, algo cambió en la rutina de los habitantes:  ya no importa la sequía o la lluvia porque mientras haya brillo en la arena, vivirán sin preocuparse demasiado, salvo, cuando pierda Cerro Porteño.


Oro en la naturaleza
El oro se halla en la naturaleza en una proporción bajísima, estimándose en un 0,005 por ciento en peso. Es un metal de color amarillo característico,  blando, muy dúctil y manejable. Se presenta en la naturaleza bajo formas diversas: en filones de rocas auríferas, asociado a otros metales (por ejemplo el cobre) y en forma de polvo o de gránulos redondeados o achatados conocidos como pepitas, en depósitos de arena y lechos fluviales.
Para extraer el metal que se encuentra en esos depósitos se procede en primer lugar al lavado (levigación) y cribado de las tierras con un tamiz, instrumento compuesto por un aro o armazón con una tela o una malla muy tupida, que sirve para separar las partículas del metal precioso. Luego éstas son sometidas a diversos procesos (por lo general, amalgamación con mercurio y posterior destilación de la amalgama) hasta obtener oro puro. Cuando el metal se halla en un yacimiento, antes del lavado es preciso el desmenuzamiento de las rocas auríferas.